Elige el país o territorio en el que te encuentres para ver el contenido local.

Español

es

La creación de una lámpara

Para entender cómo se creó la lámpara Mite me entrevisté con Marc Sadler en la sede de Faps, la empresa de Fiume Veneto en la provincia de Pordenone (Italia), que es donde la lámpara tomó forma y donde todavía se fabrica en la actualidad. El trabajo de diseño y desarrollo de Mite se remonta a finales de la década de los 90. El proyecto se inspiró en las posibilidades que ofrecían materiales innovadores como la fibra de vidrio y de carbono. Sadler ya había puesto a punto un prototipo, un poste que en la parte superior incorporaba el faro de un automóvil. Se trataba simplemente de una idea que merecía desarrollarse con quien estos materiales los conocía y los sabía transformar. Empezamos nuestra conversación en la pequeña sala de reuniones cerca de la entrada de la sede, pero a los pocos minutos nos desplazamos para ver de cerca algunos trabajos que dan forma a la lampara todavía en la actualidad. Nos acompañaron Mauricio Onofri, propietario de Faps, y Giorgio Valeri, que en estos años ha seguido todas las experimentaciones de Sadler. Observar de cerca las máquinas que los técnicos de Faps han sabido personalizar, seguir las elaboraciones de las trabajadoras que, como costureras, extienden la fibra de la Mite antes de su paso en la autoclave, asistir a las fases de la puesta a punto final del producto, fueron actividades que contribuyeron a iluminar la comprensión del proyecto. Un paso atrás para entender quién es Faps. Faps es una empresa que a finales de la década de los ochenta apostó por los materiales compuestos que, en aquella época, eran una novedad absoluta. Tras razonar sobre todos los usos posibles de estas innovaciones, la empresa decidió invertir en la producción de cañas de pesca deportivas: varillas de hasta quince metros de longitud que se caracterizaban por una gran rigidez y ligereza. La producción de cañas de pesca, junto con otros trabajos por cuenta de terceros en fibra de carbono, representó durante años la actividad fundamental de esta empresa emergente ante litteram. A final de la década de los noventa, surgió la oportunidad de utilizar los materiales compuestos también en el sector del mobiliario. Las posibilidades de la fibra de vidrio y de la fibra de carbono dejaron de ponerse sólo al servicio de trabajos técnicos especiales y se utilizaron para oportunidades distintas, como por ejemplo la de desarrollar una estética innovadora. En este contexto inició la colaboración con Foscarini y con Marc Sadler. Mientras caminábamos entre las máquinas y los artesanos de Faps, Sadler nos explicó los enfrentamientos y la pasión con la que el empresario siguió tres años de experimentación agotadora pero emocionante. Es difícil imaginar una multinacional, con un control de la gestión férreo, apoyar un itinerario experimental tan exigente y costoso. Se necesitan –nos recordó Sadler – importantes “picos de irracionalidad” para descubrir las posibilidades de un material y de una tecnología. Se necesitan sábados pasados a pensar en prototipos alternativos y veladas dedicadas a recorrer caminos poco trillados. Para triunfar en la tarea se necesitan pasión y tenacidad. Y no sólo eso. Se necesita una empresa – en este caso Foscarini – que sea capaz de establecer vínculos económicos y temporales para que este esfuerzo tenga como finalidad la creación de un producto destinado al mercado y que no se convierta en una diversión para aficionados. Después de tres años de esfuerzo, de experimentación con materiales y prototipos que definieron gradualmente el producto final, nació la lámpara Mite que ganó el Compasso D’Oro en el 2001. Marc Sadler ha hablado siempre de la importancia del trabajo efectuado en Faps y ha reconocido siempre los méritos de los colaboradores que han contribuido tanto para dar forma y calidad a su proyecto. El suyo ha sido un papel fundamental que, a menudo, el gran público conoce poco y cuyo valor, en la mayor parte de los casos, está culpablemente infravalorado.

El retorno de un protagonista

La historia de la lámpara Mite no es especialmente original respecto a las vicisitudes del diseño italiano. El desarrollo de nuevos productos por parte de diseñadores consolidados ha podido contar siempre, en nuestro país, con una oferta sorprendente de capacidades relacionadas con el desarrollo de prototipos. La presencia de muchas pequeñas empresas y artesanos ha hecho posible pasar rápidamente de una idea de proyecto a una manufactura tridimensional. Es lo mismo que ha sucedido en el mundo de la iluminación, que ha utilizado también materiales tradicionales como el vidrio soplado y materiales innovadores como los compuestos. Durante años, la contribución de este saber hacer ha sido un factor esencial en el desarrollo del diseño italiano sin que esto se tradujera, sin embargo, en una historia capaz de reconocer e identificar a los protagonistas que han contribuido en la evolución de todo el sector. Actualmente estamos llamados a reflexionar sobre las premisas para una nueva narración. Por razones distintas. La base de esta nueva historia del diseño italiano es la necesidad de explicar e informar sobre el valor de objetos que se proponen a una demanda internacional cada vez más atenta e informada. Si actualmente pensamos en el trabajo artesanal que existe detrás de la producción de lámparas como Mite (así como de otros productos creados en circunstancias similares) es porque el comprador que se acerca a un producto de calidad quiere reconocer los rasgos de una cultura material y de un saber hacer que contribuyen a moldear objetos cargados de sentido y de perspectiva histórica. El saber hacer artesanal que enriquece y completa el trabajo del diseñador es un elemento que otorga calidad a los productos que Italia ofrece al mercado internacional. En un mundo en el que proliferan ideas e intuiciones de todos los tipos, en el que se multiplican hackathon y elevador pitch, es urgente reiterar el papel de realidades como Faps, capaces de enriquecer y desarrollar intuiciones y proyectos pensados por el diseñador. La construcción del prototipo es un ejercicio que no se limita a contribuir en la calidad del producto final. Lo que demuestra la historia de Mite, al igual que otros proyectos similares, es que la contribución de estos artesanos incluye también una evaluación de factibilidad técnica y económica a nivel del proceso productivo. Lo que se presenta al mercado no es sólo algo coherente y funcional. Es también un producto que mantiene su rentabilidad gracias a procesos y técnicas manufactureras sostenibles desde un punto de vista de los materiales utilizados y del trabajo realizado. Quien contribuye a dar forma al proyecto es también quien será llamado luego a gestionar la producción de un determinado producto, en pequeña o gran serie. De la atención a la dimensión de la factibilidad manufacturera emerge la sostenibilidad económica del fabricante. Ni que decir tiene que el tercer factor de éxito de un producto de calidad es el esfuerzo y la atención que el cliente dedica al desarrollo del proyecto. El binomio diseñador/prototipador encuentra ayuda y apoyo en el cliente. Esta habilidad de hacer crecer una idea para hacer que se convierta en un producto precisa un esfuerzo que no se puede infravalorar. El papel y la presencia del empresario/editor es crucial en las conversaciones que tienen lugar, durante todas las fases, entre proyectista y desarrollador. Los productos innovadores necesitan un ejercicio de desarrollo y definición que es el resultado del encuentro entre perspectivas y saberes distintos. A la empresa que presentará un determinado producto en el mercado le corresponde la tarea de renovar de forma constante el compromiso de las partes, sin perder de vista las solicitudes de la demanda, los canales de distribución y el papel de los medios de comunicación.

Levantar el telón

Para conseguir que el valor de un proyecto como Mite, y en general de gran parte de la producción de empresas como Foscarini, sea explícito, es necesario superar el binomio empresario-diseñador para destacar el saber hacer de matriz artesanal que es la base de la fortuna de una gran parte del mobiliario de calidad Made in Italy. No se trata, obviamente, de faltar al respeto al gran número de empresarios y diseñadores que han hecho la historia del mueble en Italia. Se trata más bien de enriquecer el cuadro propuesto hasta este momento para introducir un componente infravalorado durante mucho tiempo. Ha llegado el momento de reconocer un elemento capaz de caracterizar una creatividad y una prolificidad difícil de explicar, un factor sobre el que ha sido y es posible basar objetivos económicos que, en caso contrario, serían difíciles de desarrollar en las formas de la industria tradicional. Para una empresa como Foscarini, reconocer y resaltar el papel de sus propios proveedores, en la fase de desarrollo del producto y en la fase de producción, son pasos importantes. Hemos pensado durante mucho tiempo que era posible construir una reputación de empresa desvinculada de la dimensión del hacer. Durante años hemos considerado la marca, que sintetiza los valores y las aspiraciones de la empresa, como un verdadero telón; el mundo de la producción se ha negado a la vista del consumidor final porque era demasiado desordenado, complejo, problemático para ponerlo en escena, quizá frente a una demanda internacional. Los tiempos han cambiado. Quien compra un objeto de diseño quiere saber por qué un objeto cuesta más que otro, conocer las razones que justifican su valor. Ya no se conforma con una promesa genérica de calidad repetida miles de veces en las páginas publicitarias de periódicos patinados. Quiere ir más lejos. Quiere conocer la efectiva calidad de un determinado producto y de un determinado proceso productivo. Quiere conocer los valores y la cultura que han hecho posible una determinada manufactura, quiere poder entender a las personas y los lugares que han contribuido a su génesis. Esto no significa que la marca sea un concepto obsoleto. Al contrario. Lo que actualmente nos parece inexorablemente superado es la forma con la que muchas empresas han construido una imagen de sí mismas independientemente de los esfuerzos y del compromiso de muchos protagonistas que están lejos del proscenio. En el mundo del mobiliario, la posibilidad de explicar y destacar la pasión, el compromiso y el saber hacer que han permitido el nacimiento de un producto como Mite, aparece actualmente como un elemento constitutivo del valor del proyecto y del producto en su conjunto. El telón se levanta. La explicación se anima. Hay una nueva historia para explicar. No, en realidad hay más de una. Porque cada producto que Foscarini ha colocado en el mercado ha conocido incertidumbres, errores, itinerarios interrumpidos que actualmente vale la pena explicar al público, puesto que forman parte de una experiencia que es la historia de una empresa. Son el origen del cuidado y de la pasión con los que se fabrican sus productos.

Saber hacer artesanal y modernidad

Rodolfo Dordoni fue el director artístico de Foscarini del 1988 al 1993. Un tiempo breve para imprimir una dirección unívoca a la producción de la empresa en su conjunto, pero suficiente para desarrollar en primera persona algunos proyectos capaces de marcar el camino seguido por la empresa de Venecia. Se trata de años en los que algunos protagonistas de la iluminación ya habían configurado estrategias originales, demostrando que se podían imponer en el sector con opciones fuertes e innovadoras. También empresas como Vistosi y Barovier&Toso habían elaborado, ya en aquella época, una propia cifra proyectual. Esta cifra faltaba todavía en la producción de Foscarini. Se necesitaba un producto que fuera capaz de imprimir una dirección al trabajo de la empresa y lanzar una clara señal al mercado. La lámpara Lumière preparada por Rodolfo Dordoni representó la manifestación de la estética Foscarini y escribió una página importante en la historia de la empresa. El proyecto de Lumière nació en el año 1990 en colaboración con una empresa, la Vetrofond, que había dejado desde hacía poco Murano para establecerse en la parte continental de Venecia. Foscarini, unida a la tradición del vidrio soplado, quería hacer constar su propia contemporaneidad desarrollando un proyecto capaz de mantener unido el aspecto poético típico del vidrio soplado y una tecnología actual. La idea tomó forma en un croquis informal, un sombrero en vidrio soplado apoyado sobre una base de aluminio moldeado a presión. Los tiempos entre la intuición y el desarrollo del producto fueron breves. El producto salió integrando los dos tamaños, el más artesanal unido a la tradición veneciana y el más industrial unido al uso del aluminio. El péndulo – explica Dordoni – oscilaba en la dirección de una estética más unida a la utilización de nuevos materiales. Foscarini proponía un diálogo entre mundos distintos, sugiriendo un equilibrio original que se convirtió en el rasgo característico de un proyecto a largo plazo. Después de veinte años la lámpara se ha sometido a una renovación de imagen de la que se ha ocupado el propio Dordoni. La renovación ha permitido desarrollar una serie de soluciones innovadoras, algunas de las cuales están destinadas sólo a un público reducido. Se han renovado los colores, se ha introducido una variante en vidrio tipo espejo, se han modificado también las proporciones y el rasgo en la versión XXS-XXL. No se ha pretendido diseñar una nueva lámpara. Se ha tratado del mismo objeto, pero con un acento distinto. El péndulo se ha movido en una dirección contraria respecto a la que había caracterizado el proyecto inicial. Ha empujado hacia un mayor énfasis en el saber hacer artesanal y en el reconocimiento de la calidad manufacturera que Vetrofond es capaz de expresar. Las razones de este nuevo énfasis tienen que buscarse en una sensibilidad de la demanda en gran cambio. Respecto al pasado, quien se acerca al objeto de iluminación busca un producto que sepa declarar con honradez su especificidad y su matriz cultural. Pero esto no significa necesariamente objetos hechos completamente a mano – como destaca Dordoni. “La demanda pretende una manufactura capaz de transmitir una emoción que a menudo está relacionada con detalles y características que provienen de una producción de tipo artesanal”. Se trata de una cuestión de honradez, se trata de declarar cómo una manufactura artesana contribuye de forma efectiva en la realización de un determinado producto y cómo esta dimensión se vuelve comprensible a una mirada educada.

Una idea de calidad que cambia

Una idea de calidad distinta. Sobre este terreno se juega un reto importante del diseño italiano. Es sobre este nivel que Italia está llamada a desarrollar una idea de valor específica. Durante muchos años, las empresas italianas han tenido a los productores alemanes como punto de referencia respecto a una idea de calidad, entendida como respeto de estándares técnicos a los cuales adaptarse de forma rigurosa. Para muchos fabricantes italianos del sector, el estándar operativo es un objetivo que ya se ha alcanzado. En la feria del mueble de Colonia, el producto Made in Italy ha dejado de sentir ese temor reverencial. El hecho es que la empresa italiana está llamada a expresar algo más. Está llamada a promover objetos de calidad superior, capaces de transmitir una emoción, de comunicar el valor cultural del saber hacer, de activar empatía con estilos de vida y modelos sociales. ¿Cómo superar una idea de calidad entendida como estandarización para promover un proyecto de calidad entendido como activación de nuevas relaciones sociales y culturales? El debate no es nuevo. Algunos de estos temas forman parte de esa reflexión que hace más de un siglo promovió el movimiento Arts and Craft, a finales del 1800, y que ha sabido atravesar, de forma más o menos visible, todo el siglo pasado. John Ruskin y William Morris han imaginado siempre que la idea de calidad no se limitaba al respeto de simples parámetros ejecutivos, sino que tenía que ver con la valorización de la subjetividad del fabricante, con la posibilidad de crear una conexión viva e intensa con la sensibilidad y con la cultura de quien ha fabricado una determinada manufactura. El aprendiz escultor que trabajaba en la obra de la catedral gótica, con su rasgo en el acabado de una gárgola, dejaba una marca personal de su esfuerzo en un gran proyecto colectivo. Cuando observamos esas catedrales vemos a una población en movimiento, un conjunto de vidas que participan en un esfuerzo que supera el valor de cada individuo y que, en cualquier caso, los engloba y los respeta. De la misma forma, la manufactura italiana tiene que ser el testigo de la inspiración y de la habilidad de su manufactura en el proceso de fabricación de una lámpara, de un armario o de una cocina. Toda la cadena de suministro tiene que demostrarse capaz de albergar los rasgos de esta capacidad expresiva y de proponerlos en el mercado de forma comprensible. El proyectista, concretamente, tiene la responsabilidad de dejar un margen de calidad expresiva sin que ello pueda perjudicar la instalación global de la producción de una manufactura de calidad. También en otros campos esta demanda de calidad se ha convertido en un aspecto diferencial del producto. En el mundo de la moda y del lujo, el retorno a la artesanía ha representado el instrumento para justificar un premio a un precio a menudo sorprendente. Grandes marcas del lujo han aprendido a comunicar las habilidades específicas que son la base de sus producciones. Por ello han promovido un nuevo interés hacia el trabajo artesanal y han contribuido a proponer de nuevo su papel económico y social. En muchos casos, este esfuerzo ha ido más allá del perímetro propietario de la propia empresa para sostener escuelas, muestras, fundaciones que han contribuido a activar el valor del saber hacer y una idea de calidad íntimamente relacionada con el gesto educado del hombre. Si tantas maisons de la moda y del lujo pueden colocar actualmente su propio producto dentro de gamas de precios especialmente difíciles es, sobre todo, porque en estos años la relación existente entre estilo, proyecto y saber hacer ha recuperado su visibilidad. La tradición democrática del diseño italiano hace que esta estrategia sea poco practicable. La contribución del saber hacer artesanal no sirve, por tanto, a justificar una calidad superior, sino más bien para demostrar la capacidad de la manufactura italiana de promover variedad y personalización. Mezclando – sin simulaciones – todo lo que es el resultado de un proceso de estandarización de tipo industrial y lo que emerge como contribución de cada uno. En este sentido, la evolución del diseño tiene que avanzar a la par con la transformación de esas pequeñas y medianas empresas que constituyen el sistema del suministro. Su evolución tiene que promover elementos de racionalidad empresarial junto con aspectos de manufactura artesanal claramente reconocibles. Tiene que ser capaz de desarrollar una cultura del digital que esté al día y mantener un gesto humano de forma económicamente sostenible. Cuanto más se pide al proyecto que incluya elementos susceptibles de estar realizados por una mano experta, más las empresas que actualmente se encuentran en las redes que participan en la cadena de suministro del diseño tendrán que reflexionar sobre su trabajo de manufactura. Se trata de promover automatización y racionalización digital y de desarrollar al mismo tiempo la experiencia y el gesto de artesanos clásicos. Es probable que una artesanalidad afinada y organizada pueda efectivamente hacernos populares en el mundo. Constituye un elemento de identificación en la planificación y en la organización de una manufactura distinta. Es nuestro punto de fuerza y quizá también nuestro límite.

Una estética de la diversidad

“Cuando pusimos en marcha el proyecto del que tomaron forma las lámparas Rituals pensamos en primer lugar en una sensación”. Cuando Roberto Palomba explica el nacimiento de una de las lámparas más logradas de Foscarini, recorre todo el esfuerzo de imaginación que se transformó, tras dos años de trabajo, en un objeto de vidrio especialmente sofisticado. El objetivo del proyecto era desarrollar una lámpara capaz de generar una luz llamativa, capaz de acompañar la vida de la casa haciendo las veces de antídoto contra las preocupaciones del mundo. Una luz vibrante, que sólo el vidrio podía garantizar. El camino que llevó a la puesta a punto del prototipo no fue sencillo. La intuición inicial encontró una ayuda en la experiencia de Giancarlo Moretti, fundador, y todavía administrador en la actualidad, de Vetrofond. Los biselados tenían que permitir que la luz filtrara garantizando una iluminación coherente con la intuición inicial. También la elección del color, el blanco, representó un reto a nivel de prototipo y de producción en serie. El molde y las elaboraciones sucesivas tenían que estar en línea con un precio de mercado que convirtiera la lámpara en un objeto accesible a una amplia audiencia de potenciales compradores. El resultado final, la lámpara Rituals en catálogo para Foscarini desde el 2013, es el resultado de un diálogo y de un intercambio entre protagonistas que comparten la atención prestada a la calidad del proyecto. Lo que sorprende de Giancarlo Moretti es la capacidad de unir artesanalidad y organización de empresa, saber hacer artesanal y atención en los gastos. La cristalería de Casale sul Sile es un lugar mágico, donde maestros del vidrio, “serventi” (primer aprendiz) y “serventini” (segundo aprendiz) se mueven entre hornos y plazas como un baile sin tregua. Cabe preguntarse cómo pueden trabajar tantas personas en espacios tan angostos sin crearse problemas los unos a los otros. A este movimiento de hombres y cañas, sorprendente también para quien conoce la vida de una fábrica de vidrio, se le puede decir de todo menos que es desordenado. Cada posición está ocupada por un artesano especializado en algunas elaboraciones específicas para valorizar las inclinaciones de cada uno. Un poco por todas partes se realizan experimentaciones tecnológicas inesperadas, capaces de evitar a las personas actividades repetitivas sin un especial valor añadido. Giancarlo Moretti reivindica un doble récord. Es consciente que el saber hacer acumulado en Vetrofond es una garantía para quienes deseen desarrollar un producto innovador. “Si llegan a Vetrofond cien dibujos de nuevos proyectos en un año, conseguimos desarrollar noventa y ocho. En otras fábricas de vidrio es difícil que se llegue a veinte”. La experiencia acumulada en cincuenta años, a través de colaboraciones consolidadas con las principales empresas del diseño italiano, han permitido que Moretti se convierta en un interlocutor privilegiado de los proyectistas más exigentes. La contribución de Vetrofond no se limita al desarrollo. El esfuerzo imprimido en estos años a toda la organización transforma esta realidad en un ejemplo de racionalidad económica por lo que se refiere a la contención de los gastos y a la puntualidad en las entregas. El saber hacer a disposición de Vetrofond está organizado y estructurado de tal forma que convierte esta fábrica de vidrio en una fábrica competitiva con otras elaboraciones de carácter industrial en sentido estricto. Sorprende el esfuerzo de mejora continua y de atención a los límites que ha sido capaz de aplicar esta fábrica de vidrio. Gracias al compromiso asumido por lo que se refiere a la organización y a la tecnología, actualmente es posible obtener productos mágicos a precios accesibles. Una lección de la que toda la cadena de suministro del diseño tiene que sentirse orgullosa.

El placer de experimentar

“No se puede hacer”. El nacimiento de la lámpara Aplomb conoció más de un problema al inicio. El mensaje “No se puede hacer” se encuentra todavía en una tabla de proyecto que Lucidi y Pevere habían enviado a Crea, la pequeña empresa de Darfo donde actualmente se fabrican sin interrupción las lámparas Aplomb. “No se puede hacer” es lo que había escrito Giovanni Piccinelli a sus hijos Carlo y Ottavio después de haber visto los espesores que los dos diseñadores de Palmanova habían sugerido para la primera lámpara en cemento propuesta en el mercado con estas técnicas específicas. Dos centímetros era una cuota demasiado limitada para las elaboraciones tradicionales. Resultaba difícil realizar un molde adecuado, así como encontrar un material que respondiera al reto que sugería el proyecto. Crea proviene del mundo de la construcción, donde la clasificación de los tamaños es distinta, donde los pesos son de una magnitud superior, donde los moldes necesitan geometrías sobre formatos claramente más extendidos. ¿Cómo abordar algo tan pequeño y tan fino? En realidad, Giovanni Piccinelli ha sido siempre un artesano curioso, un inventor, un descubridor. Como muchos otros grandes artesanos italianos no ha perdido el placer de probar y experimentar. Experimentar mezclas y nuevos materiales ha sido siempre una pasión. Crear moldes ha sido una habilidad que Piccinelli ha desarrollado con su propia pasión y su propio tesón. Primero con la ayuda de un constructor especializado, luego como autodidacta, dedicando a menudo el fin de semana para intentar conseguir algo nuevo. Paolo Lucidi y Luca Pevere lo sabían, trabajar con empresarios como Piccinelli es un placer, los problemas son el pretexto para divertirse buscando y encontrando soluciones originales. Los desafíos técnicos más improbables son un buen motivo para discutir y para razonar. Para diseñadores jóvenes, la posibilidad de encontrar interlocutores de este tipo es esencial, puesto que los artesanos conscientes saben a priori que las series de producción serán reducidas. No se esperan descargar en grandes economías a escala los gastos relacionados con la experimentación inicial. Saben, en cambio, que lo que han aprendido en el ámbito de un proyecto se utilizará para otras iniciativas nuevas y distintas, quizá con otras empresas. Lo que es posible aprender de un proyecto exigente podría valorizarse en el próximo. La lección aprendida sobre un cierto tipo de productos podría convertirse en materia para algo distinto y nuevo, quizá para productos relacionados con otros sectores. Y así ha sido. De los primeros moldes de la Aplomb hasta ahora, Crea ha cambiado radicalmente su forma de estar en el mercado. La que antes era una empresa centrada en el mundo de la construcción, se ha convertido con el tiempo en una realidad líder en la utilización del cemento en el ámbito del diseño. El artesano que construía villas y edificios ahora trabaja con los moldes de lámparas, mesas y lapiceros. Un cambio de rumbo radical que apoya la capacidad de un grupo para solucionar problemas de forma innovadora, aplicando investigación y capacidad experimental en cada reto que presenta el cliente. Después de Foscarini han sido muchas las empresas del sector que han beneficiado de la capacidad y de la creatividad de Crea. Con los años, estos artesanos experimentadores han demostrado que pueden contribuir con todo derecho en la cadena de suministro del diseño más sofisticado, gracias a los conocimientos adquiridos sobre un material como el cemento, considerado durante mucho tiempo demasiado difícil y exigente para gran parte de los proyectos dedicados al mundo del mobiliario.

Un proyecto que incluye

Las empresas italianas del diseño que hemos aprendido a llamar “editores” han postergado a menudo el hecho de no gobernar procesos productivos propios. Quien había adoptado un modelo de organización basado en diseñadores independientes y proveedores de calidad, a pesar de ser muy conscientes de los puntos fuertes de esta estructura organizativa, ha evitado a menudo hacer alarde de ello. Las razones de este pudor se tienen que buscar en un legado histórico que veía, en la empresa integrada verticalmente, capaz de mantener unidas producción y venta, investigación, desarrollo y distribución, un protagonista a tomar como punto de referencia. En años más recientes, el debate económico ha contribuido a desarrollar un punto de vista distinto. La idea de una empresa en red se ha impuesto suplantando definitivamente el mito de la fábrica capaz de integrar en su seno todas las actividades productivas. Muchos empresarios han tomado consciencia de la importancia de externalizar determinadas actividades manufactureras, precisamente porque respetan los itinerarios de especialización y las capacidades que no es posible reproducir dentro del perímetro de una simple empresa. Actualmente, la idea de innovación abierta (en inglés open innovation) radicaliza de nuevo este asunto. Somos conscientes de que el mundo está lleno de buenas ideas, quizá desarrolladas por jóvenes talentos independientes y de capacidades que merecen ser valorizadas. El empresario y su plantilla son los que aprecian el valor de estos conocimientos y de estos innovadores y luego traducen estas capacidades, en algunos casos todavía embrionarios, en valor de mercado. La historia de la que Foscarini quiere hacerse protagonista, toma nota del rumbo emprendido para avanzar otro paso más. La empresa se abre desde siempre al talento de los diseñadores más aptos y resalta los conocimientos y el saber hacer de empresas que han sabido preservar y renovar una específica competencia en el ámbito manufacturero. El objetivo es reconocer el valor que han contribuido a crear sus diseñadores más prestigiosos y demostrar el papel y la importancia de ese saber hacer que han promovido calidad y valor estético de sus propios productos. Sobre todo, por lo que se refiere a esta densa red de proveedores de calidad, el homenaje de Foscarini promueve valor social y cultural. La trama de relaciones y compromisos que dan forma a proyectos tan ambiciosos merece ser presentada y que sea apreciada. Todos los que forman parte de él tienen que recibir el reconocimiento que se merecen. Las razones de este compromiso para mostrar el trabajo y para compartir estas experiencias están relacionadas con una nueva idea de valor económico. Quien compra un objeto de diseño, tanto una lámpara Mite como una Tress, para no salir del catálogo Foscarini, no necesita sencillamente un objeto capaz de iluminar. No busca, genéricamente, una solución técnica a un problema. Quien se acerca a objetos de este tipo busca nuevas conexiones sociales y culturales que utilizan como trámite estos productos sofisticados y originales. Los objetos que han convertido en famoso el Made in Italy en el mundo satisfacen este tipo de exigencias, son conectores capaces de crear relaciones entre sensibilidades y culturas distintas. Cuanto más esta demanda – cada vez más internacional e interrelacionada – se hace fuerte y urgente, más las empresas tendrán que aprender a explicar su propio trabajo y su propio mundo. Tendrán que declararse. Los objetos que producen tendrán que demostrar en el mundo la consistencia y el valor de esta propuesta cultural y de estos lazos de unión sociales y territoriales. En esta perspectiva, el compromiso de Foscarini se une a un itinerario que tiene ya cincuenta años. El diseño italiano de la década de los sesenta ha contribuido a poner en crisis el color grisáceo de la producción de masa, aportando color y variedad en las lógicas de la manufactura de serie. La fantasía y la creatividad de los hombres se colocaban de nuevo finalmente al centro de procesos productivos dominados en caso contrario sólo por la racionalidad técnica. En los inicios de la cuarta revolución industrial, el diseño italiano estaba llamado a renovar su “humanismo” renovando el reto a una idea de producción como único desafío tecnológico. El objetivo en este caso era reflejar y volver a pensar el valor de los objetos que acompañaban nuestro día a día. Cada vez menos mercancías, cada vez más el trámite que une una demanda cosmopolita a un mundo de personas y valores que renuevan, a través de su trabajo, la idea de calidad y belleza.

Stefano Micelli

Stefano Micelli es profesor de e-business en el Departamento de Management de la universidad Ca’ Foscari de Venecia. Desde hace veinte años lleva a cabo una actividad continua de investigación sobre el tema de la difusión de las nuevas tecnologías ante las pequeñas y medianas empresas y en los distritos industriales italianos. En el ámbito de las actividades de investigación basadas en el encuentro entre el mundo digital y el mundo manufacturero, ha llevado a cabo diversos estudios en colaboración con banca IFIS y con la fundación Make in Italy. Se ha ocupado también, durante tres ediciones, de la “Maker Fairy”, el desarrollo de una sección ad hoc relacionada con el tema del mundo digital y de la nueva manufactura. Es autor de diversos artículos y volúmenes, entre los que destaca el libro “Futuro Artigiano, L’innovazione nelle mani degli italiani”, ganador del premio Compasso D’Oro ADI sobre el tema de la virtuosa contaminación entre trabajo artesano y economía global.

Información detallada

Choose Your Country or Region

Europe

Americas

Asia

Africa

This site is registered on wpml.org as a development site. Switch to a production site key to remove this banner.